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Writer's pictureAlex Mauricio C. L.

Suite Francesa, de Irene Nemirovsky. Literatura francesa del siglo XX. Segunda Guerra Mundial.

Updated: Oct 31, 2023


Literatura francesa del siglo XX


El arte en la guerra o el tapiz literario.


Tal como teme usted, la vida aquí es muy triste. Si no fuera por el trabajo… Un trabajo que también se vuelve penoso cuando no se está seguro del porvenir…
Carta de I. Nemirvosky a Robert Esménard


La escritora, la obra y su contexto.


Sorprende que, en estos tiempos, siglo XXI, sigan apareciendo nuevos descubrimientos arqueológicos en Egipto o pinturas de grandes artistas en desvanes polvorientos de alguna vivienda europea, grabaciones engavetadas del saxofonista John Coltrane o, incluso, que aparezcan desconocidas especies animales o vegetales en una tierra ya tan explorada y explotada. Así más o menos se dio el descubrimiento de Suite Francesa, (Anagrama,2004) de Irene Nemirovsky (1903-1942), escritora de lengua francesa, pero emigrada rusa ucraniana de nacimiento y judía para más señas. De la autora ya había tenido la oportunidad de leer El ardor en la sangre, novela también perdida y recuperada. No huelga mencionar que desde la preguerra era una autora que contaba con un cierto reconocimiento en la literatura francesa.


El argumento y sus aspectos literarios


La novela está dividida en dos grandes partes («Tempestad en junio» y «Dolce»), que se conectan con algunos personajes y por los sucesos de la segunda guerra mundial y su impacto en territorio francés. La planeación original era 1. Tempestad, 2. Dolce, 3. Cautividad, 4. ¿Batallas?, 5. ¿La paz? Pero el infortunio de la deportación a un campo de exterminio hizo que la autora solo pudiese terminar las dos primeras partes.


En «Tempestad en junio», la novela comienza con la previa a la avanzada alemana hacia el sitio de París desde el punto de vista de los parisinos, para lo cual la autora se vale de un desarrollo coral en el que implica personajes de todas las capas sociales: desde sirvientes y funcionarios pasando por escritores, banqueros y concubinas. Comienza con las primeras noticias previas a la invasión hasta la huida y ubicación en busca de zonas menos peligrosas de Francia, va desarrollando la historia de familias y personajes marcando su ruta y destino. La riqueza de este caleidoscopio y la manera como alternativamente es abordado hacen que, más allá que una novela, sea un impresionante estudio sociológico o antropológico de lo que significa el desarraigo dependiendo de la clase social. La autora tiene la capacidad de describir perfectamente amalgamados, la tragedia individual y la colectiva en esa monstruosidad inhumana que significa dejar todo y huir con lo poco o mucho que se pueda llevar hacia un futuro incierto.


La segunda parte, «Dolce», a pesar de que como se dijo, está conectada con la primera por algunos personajes, se puede decir que es autónoma y distinta, centra las acciones en la ocupación alemana cuando llega a tomar posesión de un pequeño pueblo. Allí se le cede la importancia al melodrama que se produce en la atracción entre Lucile Angellier, y el teniente alemán Bruno Von Falk, cuando este es «hospedado» en la casa de la familia burguesa de los Angellier, en la que solo están Lucile, su suegra y la criada, las tres mujeres esperan noticias del marido de Lucile, que fue enviado a la batalla. Nuera y suegra no tienen muy buenas relaciones y Lucile y su marido tampoco las tuvieron, máxime que ella sabía que le era infiel. El discreto romance entre la francesa y el alemán es adobado con los episodios rutinarios de la ocupación. Los habitantes del pueblo llevaban unas relaciones tirantemente cordiales con los alemanes y, durante esta parte de la novela, suceden en medio de esa frágil armonía algunos episodios que la trastornan, como las pequeñas ondas que se producen en un estanque cuando una gota de agua cae sobre él.









La Suite está narrada por un omnisciente clásico muy cercano al tono del romanticismo, sobre todo en la segunda parte, se entromete sutilmente en la narración, pero en general es neutral y libre de pasiones.








Escribir en medio de la guerra


Odiaba la guerra, que amenazaba algo mucho más importante que su vida o su bienestar: a cada instante destruía el universo de la ficción, el único en que se sentía feliz, como el sonido de una terrible y discordante trompeta que derrumbaba las frágiles murallas alzadas con tanto esfuerzo entre él y el mundo exterior—. ¡Dios! —suspiró—. ¡Qué fastidio, qué pesadilla! —Pero volvió a la tierra—.

El citado pasaje es otorgado al arrogante personaje escritor, Gabriel Corte, pero parecería una lamentación de la escritora y, me lleva a enfatizar que, de los libros que he leído, tal vez en este se hace tan importante la novela (más allá de su calidad o de sus méritos literarios, que los tiene, sobre todo en la primera parte), como su génesis, su contexto y las circunstancias en cómo fue escrita. No solo por el morbo de querer saber de esta mujer judía, perseguida junto con su familia, y el cómo pudo tener la lucidez y la tenacidad de consagrarse a la literatura ante el averno que a diario se abría a sus ojos.


Además de lo anterior, el apéndice de la novela es tan valioso como la obra misma a la que está adjunto, porque en la edición se publican las notas de diario y de planeación para la novela, el arco narrativo, las dudas, la incertidumbre sobre el futuro, la rabia, el miedo, el temor frente a lo ambicioso del proyecto literario. Y después de esto están las desesperadas cartas cruzadas entre la autora y sus amigos, editores, políticos a los cuales recurrió para buscar la protección suya y de su familia, al final cuando ella es deportada; el cruce de cartas del marido al punto del horror ante la inseguridad por el desconocimiento del paradero de Irene y finalmente las cartas entre amigos, editores y la mujer que se hizo cargo de las hijas de la pareja, que ya había sido ejecutada en aquel entonces. Las cartas las leí como si fueran un verdadero thriller o una historia de suspenso y con el deseo de que eso que yo sabía que era verdad histórica, no lo hubiese sido, que al final apareciera una carta en donde la historia se hubiese torcido para convertirse en otra realidad en la cual aquellos esposos son salvados por una mano providente.


¿Por qué leer esta creación de la literatura francesa del siglo XX?


Leer todo esto, que tal vez se debería abordar primero, antes que la novela misma, para descubrir que detrás de la maquinaria asesina de la guerra había alguien haciendo literatura en las peores condiciones imaginables; escribiendo en letra del tamaño de hormigas minúsculas (si se mira algún manuscrito de los que ronda por internet, entenderá que este es el adjetivo que le cabe) para ahorrar el ya escaso papel del que disponía, huyendo de pueblo en pueblo para evitar ser cazados. Saber de todo esto me hizo reflexionar sobre el oficio de escribir, alrededor del Escritor, en este caso La Escritora, y el valor de la literatura, el ver cómo yo me escudo en que no tengo tiempo, en que no se me ocurre nada, en que el trabajo me deja agotado, en que todavía hay tiempo(vida) para escribir, afán para qué. Y saber que esta mujer se jugaba la vida real y la vida literaria por amor a su arte, por amor a aquello sin lo cual no tendría vida en el sentido metafórico.


Sobre la segunda guerra se escribió y se sigue haciendo, pareciera que el tema fuera inagotable o que constantemente se mordiera la cola. He leído a diversos autores consagrados referirse a este asunto: Leon Uris, con su Mila 18, La chispa de la vida, de Remarque, Diario Clandestino, de Guareschi (escrito de corte autobiográfico y no ficción), esto por mencionar las que vienen a mi memoria en estos momentos. Y ni hablar de lo que ha producido el cine que probablemente con la literatura o la historia ya han agotado la veta de la originalidad. Y si se lee en frío esta novela, quizás tampoco es original en su planteamiento, sobre todo en Dolce, la segunda parte (que inclusive ya tiene película con el mismo nombre de toda la novela, Suite Francesa) seguro otros han entregado para la posteridad mejores obras literarias al respecto.


Sin embargo, el carácter testimonial de amor por la literatura de Irene Nemirovsky, tiene un puesto ganado en mi panteón literario. Conocer que pudo escribir sobre los soldados alemanes sin pasión, rabia o rencor. Que incluso miraba a aquellos guerreros desangelados con piedad más que con odio, como lo demuestra en algunos apartes del libro, entendiendo que lo suyo no era un libelo, un pasquín o un ajuste de cuentas, sino una obra de arte.


Hago aquí la promesa de no volver a descargar mi rencor, por justificado que sea, sobre una masa de hombres, sean cuales sean su raza, religión, convicciones, prejuicios o errores. Compadezco a esos pobres chicos. Pero no puedo perdonar a los individuos, a los que me rechazan, a los que nos dejan caer fríamente, a los que están dispuestos a darnos la patada.

Este extracto hace parte de las notas del apéndice y, no son una mera formalidad, en la novela la toda poderosa voz omnisciente no deja caer un reproche, ni siquiera disfrazado, sobre aquellos que hacían parte de la rutina diaria de los franceses, unos chicos alemanes que también fueron llevados por la fuerza al servicio de esa abstracción llamada patria: arquitectos, abogados, músicos, empuñando las armas.


Literatura francesa del siglo XX
La autora con su familia. Una trágica historia de la Segunda Guerra Mundial.


Entender que en esta carrera contra el tiempo se permitió incluso reflexionar sobre la sociedad francesa frente a la guerra, sobre recientes recursos literarios descubiertos, sobre la manera en que se debían abordar los diversos aspectos de su novela y paralelamente enviaba cartas apremiantes por anticipos de dinero a su editor, enviaba pruebas en sus novelas de que a pesar de soviética era anticomunista; que a pesar de nacer judía se había hecho cristiana como su marido e hijas y, mientras unos poderes más grandes que ella definían su destino, ella trazaba el destino de sus personajes.


Suite francesa, además de una creación de la literatura francesa del siglo XX, es otra novela sobre la segunda guerra mundial, otra de tantas que se están comiendo la humedad, los ratones o los hongos literarios en cualquier estante de cualquier parte del mundo; pero a la vez no es cualquier novela, es la representación más extrema y bella del acto creador, una novela que hay que leer como un tapiz, al derecho y al revés, para darse cuenta de que el reverso, las costuras, el apéndice, incluso cuenta más que el anverso, aquel que los demás mortales miramos y pisamos como cualquier tapiz de banco.


(2022)


Literatura francesa del siglo XX



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