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Writer's pictureAlex Mauricio C. L.

Diatriba contra un adjetivo: Lugares comunes en la literatura

Updated: Sep 21, 2023

En el camino del aprendizaje de la escritura, nos tropezamos con esas expresiones, frases que quizás alguna vez tuvieron novedad, pero se fueron gastando con el uso, pero sobre todo con el abuso literario. Que levante la mano quien nunca haya pisado un lugar común.


Como lo sospechaba, nadie la levantó. Es que ellas, las frases de cajón, otra manera de llamarlos, prosperan como los matorrales, salen de cualquier grieta. Son incluso, agradecidos, como la mala hierba, un poquito de agua y crecen en cualquier párrafo o frase, y hablo solo de literatura, porque si nos desplazamos al medio periodístico (sobre todos los informativos, que no deformativos), allí ya no hablamos de mala hierba; hay junglas enteras de lugares comunes, que ni siquiera necesitan del líquido vital (lugar común acuático, lo sé) para crecer y desarrollarse. Unos escalones más acá, tenemos las letras de la música popular, pero sigo pensando que los reyes de este lado son los redactores periodísticos.


Si nos trasladamos un poco más al otro lado del espectro, en el de la escritura de contenidos para la Web…, campo que recién exploro, también crecen las frases de cajón como el sargazo en las playas del mar Caribe y, creería, que huelen igual que el sargazo. El contenido digital es esclavo del mercadeo y de la optimización para los motores de búsqueda SEO, por su sigla en inglés, con decir que la inteligencia artificial y sus chats yipiti (ChatGPT) o su chat Sonic (por hablar de dos) caen, sin ruborizarse como es de esperarse, en las mismas redes de los clichés. La inteligencia artificial merece un capítulo aparte, por eso no profundizaré en ella.


En los talleres literarios hay brigadas de búsqueda y exterminio con el fin de desinfectar los textos de tales malezas, gran labor la de los talleres, porque si uno va solo por la vida, tal vez no vería la mala hierba carcomiendo sus escritos. Pero, si efectivamente solitarios vamos ¿Cómo hacemos para detectar los lugares comunes? Hoy probablemente no tendremos la respuesta (o, tal vez sí. Piense si esa frase la ha leído en algún periódico, la ha escuchado en alguna película, la usaba mucho su tío, la ha oído en el bar, repase si hay una mejor manera para decir eso que quiere decir, sin recurrir al cliché).


Diría sin temor a equivocarme que, en muchos de los lugares comunes, siempre anda involucrado algún adjetivo, aquellos calificativos, que descalifican nuestros escritos si los usamos con desmesura y, principalmente, mal usados.


Hay adjetivos que, en tiempos pasados, cuando la poesía era dominada por la rima, los cuartetos, los pareados, los alejandrinos, sonetos y demás inventario; eran los reyes, incluso, también, en aquella prosa abigarrada del siglo XIX. Adjetivos como: ignoto, sideral, níveo, inefable, cristalino, primaveral y mi anti preferido, angelical. Y es sobre este último es al que quiero referirme.


Es necesario decir que los adjetivos no son malos per se; son necesarios. Todo se debe al uso que hacemos de ellos, su oportunidad y rotundidad en el escrito y la prueba es García Márquez (1927-2014), que en tiempos en que muchos quieren desterrarlos, él los usó para darle forma a su prosa de magias atávicas. Y qué decir de José Martínez Ruiz, llamado Azorín (1873-1967), para quien los adjetivos eran marca de la casa, si García Márquez era selección adjetiva; Azorín era la insolencia; encadenaba tríos de adjetivos (aposiciones del adjetivo al sustantivo, según diría Fernando Vallejo en su Logoi), acumulaba unos contra otros, los repetía sin estrecheces para musicalizar sus párrafos. Ya irá en cada uno los gustos.


Pero, regresemos a nuestro angelical y para esto me voy a apoyar en la sacrosanta RAE (Real Academia Española de la lengua), para diseccionar su significado.


1. adj. Perteneciente o relativo a los ángeles. 2. adj. Parecido a los ángeles por su hermosura, candor o inocencia. Persona angelical.

3. adj. Que parece de ángel. Genio, rostro, voz angelical.


Podemos observar cómo la RAE le da alas los lugares comunes con sus ejemplos construidos a partir de nuestro manoseado término.


A los ángeles los asociamos con lo bello, lo sublime, divino (solté adjetivos, y mal seleccionados) La RAE dice en su primera acepción:


1. m. En diversas religiones monoteístas, espíritu celeste creado por Dios para su ministerio. Proviene del griego mensajero.



Hay algo extravagante con los ángeles, esas figuras etéreas que, evidentemente en el plano bíblico, fueron y son los mensajeros. Sin embargo, de a poco se han transformado en ayudantes, guardianes, abre puertas, mecánicos, médicos, bomberos, enfermeras, asesores de tesis y de exámenes no solo académicos, sino médicos. Son barreras protectoras, peluches, modelos de ropa interior, portadores de nuevas espiritualidades. Incluso hay algo que se llama angelología, con todo y el nombre, creo que tiene más ciencia Mhoni Vidente.


Lo angelical como lugar común que se traslada a la lencería
Afiche para un desfile de Victoria's Secret



Y así hemos pasado, de unos ángeles mensajeros místicos a unos ángeles light que han ocupado no solo la esfera de la religión (Como Lucifer, no tiene nada de «candor o inocencia»). Si no que han llegado a la decoración y la lencería.





Es como que, al usar el adjetivo angelical, estuviéramos asumiendo la distorsión histórica del término. Enfermeros que pasaron de ser salvadores a asesinos seriales




En argentina bautizaron a otro asesino serial, Carlos Eduardo Robledo Puch, al que, de manera poco original, y apelando a sus facciones delicadas, lo bautizaron como El ángel de la muerte o El cara de ángel. Aquí una magnífica crónica de autoría del reconocido escritor argentino Osvaldo Soriano, que relata literariamente el trasegar del criminal.



Un asunto angelical: la desgracia de pertenecer a los lugares comunes de la literatura



Cuando pensé en dedicarle unas palabras a mi no tan querido adjetivo, me vino a la memoria, casi de inmediato, una canción célebre de la música del caribe, compuesta por el cantautor y trovador cubano Manuel Corona (1880-1950), que creería se hizo famosa en el mundo salsero principalmente por la voz del músico venezolano Óscar D´león, «Longina», aquí una de las estrofas:


Por ese cuerpo orlado de belleza

Tus ojos soñadores y tu rostro

Angelical


Se observa enquistado, en una estrofa de la afamada canción, mi vilipendiado adjetivo. Si tienen la oportunidad de escucharla o leer la lírica, podrán encontrar que está construida sobre varios de aquellos adjetivos decimonónicos de los que antes he mencionado. Sin embargo, en defensa de don Manuel Corona, cuya composición cumplió un siglo nada menos que en el año 2018, la letra de la canción se corresponde a su época, a esa lírica afectada, tan buena para recitar y memorizar, utilísima para noches de karaoke. Aquí encontrarán un artículo que da cuenta de la particular historia de la letra de «Longina» que, para sorpresa mía, corresponde al nombre propio de una conspicua mulata de aquellos años. Además, encontrarán allí algunos datos sobre la vida y misérrimo final de don Manuel Corona:


¿Por qué no usarlo?


Cada sustantivo que candorosamente acompañamos de Angelical pasa a convertirse por «arte de birlibirloque» https://www.fundacionlengua.com/es/arte-birlibirloque/art/149/ en un lugar común, en una expresión pomposa, de aquellos de los que queremos huir, poner pies en polvorosa, desaparecer, escaquearse, cuanto se trata de literatura principalmente. Miremos y completemos cada sustantivo con el adjetivo del asunto:


  • Mañana

  • Voz

  • Piel

  • Mirada

  • Pie



  • Mulata

  • Vida

  • Nariz

  • Beso

Pero pasa algo, no todo está tan mal, si uso un sustantivo antagónico, poco habitual en el acompañamiento de nuestro término, la expresión muta curiosa, se infecta de ironía, algo de sarcasmo. Cómo decirlo, sufre una transformación angelical:


  • Perro

  • Estornudo

  • Cuchillo

  • Máscara

  • Trampa


¿No todo está perdido?


No todo está perdido. Ya lo decía el maestro del cuento Horacio Quiroga en el precepto VII de su «Decálogo del perfecto cuentista»:


No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo.


Hay que hallarlo.



(2023)



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