Se llamaba Marco´s. Era un local nuevo, no muy lejos de los juzgados del condado. Habría podido ir a la cafetería de New Street donde iban todos los polis que estaban de guardia en el juzgado. Habría podido ir a un pub. Pero di unas cuantas vueltas y me metí en Marco´s en cuanto empezó a llover (Negrita fuera del texto)
La luz del día, de Graham Swift. Literatura inglesa contemporánea
Esta será la constante y reiterada reflexión de George Webb, el narrador de esta novela, para remarcar los inefables del destino, el porqué se toman ciertas decisiones, grandes o sutiles, que tienen una fuerte incidencia en el trasegar de los acontecimientos futuros. Tal y como sucede al pasajero que por un embotellamiento no alcanza a tomar el vuelo que se siniestra. O aquel que pasa por aquella avenida gastando el tiempo que le sobra antes de su cita y en esa espera termina conociendo al amor de su vida.
Este es mi primer acercamiento al autor londinense, Graham Swift (Londres, 1949), sabiendo que su obra más célebre es El país del Agua, mencionada como una de las novelas más importantes de las últimas décadas en el Reino Unido. El autor quedó marcado por el éxito de la novela en mención, tanto es así que tardó cerca de diez años en publicar su siguiente trabajo. De allí a que yo deliberadamente haya optado por leer primero, La luz del día (2003) debido a que la lectura de la primera condicionaría mi disfrute de la última.
Estas precauciones las he tenido luego de lo que me sucedió con Capote en A sangre fría que leí antes de Otras voces, otros ámbitos, pues en esta última me encontré con un estilo naciente, dispar, una prosa irregular, lejana de la poderosa y contundente de A sangre fría, que, si bien no es una obra de ficción, sino más bien periodística, tiene un gran valor como construcción literaria y es la obra más relevante del autor. He de reconocer que lo mismo me sucedió con Hemingway en Por quién doblan las campanas (1940) con respecto a Adiós a las armas (1929). Estas experiencias han hecho que aborde primero La luz del día, antes que la anterior en publicación, El país del agua, que es anterior en el tiempo a la que nos ocupa, pero viene precedida de gran renombre para literatura inglesa contemporánea.
El primer impacto en la lectura de la novela de Swift, es el de hallar párrafos y frases cortas. Todo escrito con una gran precisión, salpicada de digresiones, como debe ser una voz narradora en primera, para que permita matizar constantemente al sujeto narrador. Me dio dificultad acomodarme a este estilo, pero la confusión duró solo unas pocas páginas. La voz narradora muy ocasionalmente muda a una segunda, sobre todo cuando se refiere a los recuerdos relacionados con la hija de quien narra. El narrador, George Webb, es un cuarentón, expolicía que ha sido retirado de la nómina por un asunto de corrupción. Ahora se desempeña como detective privado, cazador de infidelidades.
La descripción de personas, estados de ánimo y lugares se hace de manera concisa y elegante, con sutiles juegos de palabras y una saludable ironía. Sin embargo, a pesar del discreto humor, lo que predomina a lo largo de la novela es el sentimiento de nostalgia, con una pizca de esperanza, esta sensación es notoria, sobre todo pasada la primera mitad de la novela, donde la nostalgia se apodera de George Webb y del texto. Pero en ningún caso es una novela triste (perdón por el adjetivo, es el que le calza).
¿De qué va la novela?
El argumento de la novela se resume en un melodrama protagonizado por seres solitarios. George Webb expulsado de la policía, se dedica a vigilar a presuntos maridos infieles, por solicitud de mujeres desesperadas. Una de esas mujeres se convirtió en su secretaria, Rita, quien se separó del marido, al que halló en flagrancia. George a su vez está separado de Rachel, ella lo abandonó, después de que este cayera en desgracia ante la policía.
George ocasionalmente aprovecha su posición ante las clientas frustradas y se acuesta con ellas. Tiene una hija adulta producto de su matrimonio, esta le visita cada semana para disfrutar con su padre de la pasión por la cocina que tienen ambos y que para el protagonista es una terapia de subsistencia.
El narrador, sin proponérselo, termina prendado de Sarah, una de las tantas clientas. Esta mujer, en un acto desesperado, asesina a su marido con un cuchillo de cocina, luego de que este regresara de llevar a su amante al aeropuerto para no verla más. El homicidio, antes que espantar al detective, lo que hace es aumentar su amor por la mujer caída en desgracia. Ella, al momento de comenzar la narración, ya está en la cárcel cumpliendo su condena que se estima en doce años. Su arrojo por la dama hace que George, incluso una vez al año cuando se cumple el aniversario de la muerte del infortunado marido, compre y lleve flores a la tumba de este a petición de la reclusa. Siente George como este hombre que externamente es el perdedor, luego de ser asesinado, es el ganador; pues tiene condicionada la vida de la atípica pareja.
Como se lee, es una truculenta historia de amor, casi un teledrama con homicidio incluido, eso sí, manejado con una sutil maestría, atractivamente contada y una gran fuerza en su significado, algo que se logra solo con excelencia literaria.
La voz narradora de George Webb nos conduce por los laberintos de su vida y la de quienes le rodean. La acción se desarrolla en el presente, tiene la duración de un día y es precisamente en el día de aniversario de la muerte del marido de Sarah, la mujer de la cárcel. La novela se mueve constantemente hacia el pasado lejano y también el más inmediato, donde el narrador cuenta diversos episodios de su vida en relación con aquellas personas y acontecimientos que marcaron el devenir de su existencia. Va y vuelve sobre los hechos, no los agota en una regresión.
Reflexiones finales
Esta luz del día (el título) es una alusión al comienzo del día, una representación de George sobre lo que significó su primer contacto con Sarah, en su oficina, la misma luz que ilumina las piernas de la mujer desde sus rodillas, imagen que George guarda de ese primer encuentro e incluso en los sucesivos, se convertía en un leitmotiv. Esa misma luz que espera ver el hombre cuando la mujer cumpla su condena. Esa luz que funciona como esperanza para su vida, una vida dominada por acontecimientos que remarcan su culpa y que condenaron su destino y el de otros que rodean su existencia.
Es ella (Sarah) la que se ha vuelto invisible, tan invisible que podría pensarse que nunca estuvo ahí.
Podría hablarle al aire. Nuestros pocos momentos libres, juntos. A duras penas suman un par de horas. Y si yo no hubiera dicho nunca: «Yo también cocino.» (Resaltado fuera del texto)
Dicha esta frase por George Webb, cuando accidentalmente se encuentra con la mujer en el supermercado, luego de que días antes le encomendara vigilar a su esposo, esto marcó la afinidad definitiva del hombre hacia ella, pues el gusto por la cocina fue una pasión descubierta por el narrador luego de su divorcio.
Justamente así sucede con todas las vidas, con nuestras vidas, tejidas por una multitud de acciones grandes o pequeñas, decisiones, dudas, que marcan las rutas de nuestros futuros inciertos; con hechos de consecuencias insospechadas y a lo que otros dan por llamar el azar o destino.
Se puede conseguir en: https://www.anagrama-ed.es/libro/panorama-de-narrativas/la-luz-del-dia/9788433970190/PN_559
(2019)
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