top of page
Writer's pictureAlex Mauricio C. L.

"Las noches de Flores", de César Aira. Así se destruye la sorpresa de un gran final. Literatura argentina contemporánea.

Updated: May 9


Literatura argentina contemporánea

El autor


César Aira (1949) nació en Coronel Pringles, Provincia de Buenos Aires, y tiene en su haber más de cien novelas publicadas, de las cuales yo solo he leído dos. Además, posee una variada obra ensayística, cuentos y se ha dedicado también a la traducción.


La producción novelística de Cesar Aira está compuesta por novelas cortas o nouvelles, que se desenvuelven dentro de las cien a ciento cincuenta páginas por ejemplar. Tengo mi particular percepción de que su prolífica producción novelística se debe a que ellas no tienen estructuras complejas y poseen pocos personajes, también la corta extensión y, por último como no, la capacidad de trabajo del autor.


Las noches de Flores, Random House (2016) (1era ed. 2004), es la novela a la que me referiré en esta ocasión. Mi primera acercamiento a la obra de Aira, que es uno de los escritores más importantes de la literatura argentina contemporánea, se dio con la novela Las conversaciones (2006) Beatriz Viterbo Editora.


De qué va la novela y cuáles son sus caractéristicas


Las noches de Flores, tiene un narrador omnisciente que en algunas ocasiones se pluraliza en el nosotros: «Eran miembros característicos de nuestra vapuleada clase media» pag 7. Op.Cit. Narrador este que recuerda mucho a los de Saramago, con esa intromisión en la que el omnisciente se transmuta para convertirse a veces en una primera del plural. He de decir que este recurso o licencia me desacomoda un poco, sobre todo cuando lo quiero utilizar en un texto propio y no tengo manera de justificar su uso (desde la verosimilitud) en un taller de escritores, en donde las críticas suelen ser siempre menos benevolentes que las que se les hacen a autores de reconocimiento editorial.


Y se parece también la voz narradora a la de Saramago, en su simpleza, no produce ningún asombro o emoción de lo poético en las descripciones de espacios y personajes.  Por otro lado, la escritura es bastante sugestiva en su contenido, llena de ideas y un sentido filosófico de lo popular con lo absurdo, que tiene su encanto, igual que en José Saramago. Sumado a lo anterior, debo agregar que, para la novela ser conducida por una voz narradora omnisciente, hay demasiados lugares comunes para mi gusto.


Flores es el barrio bonaerense que habita el escritor, y allí se desarrolla la historia de (inicialmente) una pareja de hombre (Aldo) y su mujer (Rosita) pensionados que pasan sus noches trabajando como mensajeros de a pie en para un pizzería, en la época del corralito financiero en Argentina, por allá en la crisis financiera del 2001, cuando era presidente el exsuegro de Shakira. Por la época de los hechos, sucede en el ámbito del barrio, el secuestro de un chico que también fue repartidor o mensajero o, la poco agradable, domiciliario; que posteriormente sería asesinado, luego de que la familia no cumpliera con el pago de la extorsión. En ese contexto se mueve la historia, desde el punto de vista, casi siempre, de la pareja en mención.


Luego de la mitad de la novela, aparecen en la trama, un tal Zenón Mamaní Mamaní, el fiscal investigador del secuestro y muerte de Jonathan, el mensajero. La mujer del fiscal, y también Ricardo Mamaní González, escritor boliviano, que luego se relaciona con un asunto de fraude inmobiliario.


Pero antes, una película del cine indio


Cuando terminé de leer la novela, como dice el lugar común, mis ojos no daban crédito a lo que acababan de ver y leer.


Antes de proseguir, voy a contar sobre el sentimiento que me produjo el ver una película india que lleva por título Kahaani(2012). La película dirigida por Sujoy Ghosh, que transcurre en Calcuta. A la ciudad arriba una mujer que proviene de Londres.  Va en busca de su marido, con el cual no tiene comunicación desde hace un mes. Un filme que se mueve entre la conspiración, el terrorismo, y la corrupción. La mujer desde el principio aparece en estado de vulnerable gravidez («nadie dudaría de una mujer embarazada», dice un policía en la película). Todo hasta ahí muy bien para una película de 2 horas de duración. Un thriller en toda regla (además, una película india en donde no cantan ni bailan, fabuloso), condimentado con la gracia de las actuaciones y los colores de la abigarrada y ruidosa Calcuta.  


Transcurridos 1 hora y 48 minutos, todo lo que nos cuenta la película se derrumba, tanto, como que me la hubiera pasado mirando una película distinta, que ahora era dinamitada para convertirse en otra de 10 minutos sobre los escombros de la primera.


Literatura argentina contemporánea
Kahaani(2012). la película en mención.

De resultas que la mujer que estuvo embarazada todo el largometraje dejó de estarlo, pues de su sari festivo arranca una barriga falsa de espuma o silicona, no sé, y con una hebilla de su pelo ataca al terrorista más buscado, que la mira tan atónito como yo. La antes vulnerable era capaz ahora de sellar a balazos a un asesino entrenado. Y luego de huir de la escena del crimen, nos damos cuenta (policías y espectadores) de que ella, además de no estar embarazada, no se llamaba así, que su marido tampoco tenía el nombre que nos hizo saber y no lucía como la foto que mostró a todo el mundo. Que su marido había muerto hacía dos años, que con la anuencia de su suegro (un coronel que también aparece en la película) planificó una venganza que terminó allí, y que al final la dejó igual de estéril y vacua (o «triste y vacía» como cantaría Héctor Lavoe) así como todas las venganzas.


Volvamos a la Literatura argentina contemporánea, a Las noches de Flores


Me excuso por destripar el final de la película, pero era esto o dañar el de la novela de César Aira. El asunto es que el recurso usado en esta película, que, evidentemente, puede ser catalogado de giro argumental, parte de una trampa que engaña no solo los personajes, sino lo más importante, a los espectadores. Yo vi esta película quizás hace 7 u 8 años y mi impresión fue de molestia por el engaño, por estar viendo una película mentirosa que luego es reemplazada por otra más corta, me sentí sucio, por ser usado para un recurso tan chapucero. Chapucero porque se concentra en el instrumento y se olvida de narrar el dolor, la impotencia por la pérdida del ser amado y la frialdad de la venganza. Abusa tanto del engaño que, incluso, en la intimidad de una habitación sigue mostrando a la mujer falsamente embarazada. Algo va del recurso usado por Alejandro Amenabar, en la perturbadora Los otros (2001) en donde sobre el final hay un cambio de perspectiva, sin sacrificar el drama o en la reciente El Padre (2020), de Florian Zeller contando sobre la demencia senil; a Kahaani, en la cual todo se oculta, sin sentido, insultando la inteligencia del espectador (la historia real es la que se cuenta en los últimos 10 minutos del metraje), pero bien lo dicen en la película, nadie sospecharía de una embarazada.



Literatura argentina contemporánea
Carátula de la novela. Random House (2016).


La sorpresa del final o ser presa de un mal final


Y eso pasa con Las noches de Flores, cuando terminé de leer la novela inmediatamente regresé sobre mis pasos para buscar si es que Aira había desperdigado pistas (o amarres como diría el escritor Mario Escobar Velásquez en sus talleres) pero no. Solo en la página 77 salta un pensamiento de Rosita, robado por la voz narradora en donde ella dice: «Estas ideas que le oía la llevaban a la convicción: debía librarse de él. Es decir: debía matarlo. No había otra solución.» (Refiriéndose a su marido Aldo) Este pensamiento surgiendo como un grano de acné en la novela, así, sin más. Emitido por Rosa, que casi ni había modulado antes. Un recurso tan molesto como un grano de acné, sin antes y sin después casi hasta el final, en la página 115, en donde el narrador explota con un montón de revelaciones que cambiaron, no los actos de los personajes, pero sí su interpretación. Sobre todo, de Aldo y Rosita, los que habíamos conocido inicialmente (la negrita de antes era importante). Cambia por completo a estos dos caracteres, para casi todos: lectores y personajes, salvo el fiscal Zenón Mamaní. Aquí vuelvo a confesar que no abandoné la novela, primero porque quería saber si el autor resolvía esta destrucción de personajes previos y porque sabía de las extravagancias de Cesar Aira. Pero, finalmente, ni lo uno ni lo otro. En Las noches de Flores, hay tanta impostación en la anécdota, que lo que el autor quiere contar o el afecto o desafecto que se puede sentir por los personajes, se diluye en la estratagema.


Quizás el escritor nos quería contar una historia en donde se discutía la metáfora de la realidad aparente sobre la realidad fáctica o sobre lo real y el mundo de la representación, es decir, lo visible, versus lo oculto. Incluso sobre lo que somos frente a lo que aparentamos ser. O la realidad como imitación del arte. Tal vez, no como alguien mencionó, el retrato de una clase media argentina en crisis, lo cual en la novela se da por descontado. Quiero decir, mis alcances intelectuales de momento llegan hasta allí, pero… queda claro que el asunto no es el qué, es el cómo. ¿era necesaria la destrucción para plantear premisas tan interesantes? Hasta la vida real está hecha de giros argumentales, pero…


Ricardo Piglia en sus trabajos teóricos sobre el cuento, se ha pronunciado al respecto, así como Laura Massolo y Ana María Shua, estos tres de nacionalidad argentina. El mismísimo Raymond Carver hizo lo mismo en relación a lo poco conveniente de abusar del recurso del final sorpresa. Dejaré las referencias bibliográficas al final de este escrito.


¿Es malo utilizar este recurso de agarrar al lector o espectador de manera desprevenida? Pues realmente no, eso depende del gusto, tanto de autor como lector, pero también de las formas. ¿Es lo mismo en el cine que en la literatura? pues no necesariamente, el cine y las audiovisuales mayormente se sostienen sobre los cánones del guion por esos puntos de giro, sean sorpresivos (básicamente lo son) o no, los giros son. ¿Tanto como para cambiar rudamente lo que se está contando en el momento tal y como en el ejemplo de la película india o la novela de César Aira? Allí me aparto yo, no es de mi gusto. De lo poco elegante y rocambolesco. Respeto, evidentemente, a quien piense y disfrute lo contrario, ni más faltaba.  Siento que concentrarse todo en esos recursos distrae de lo que verdaderamente me importa en una historia: el por qué me la estás contando, cuál es la revelación que hay detrás de la anécdota. Todo eso que me obliga a recordar, repudiar o identificarme con lo que estoy leyendo o mirando.


Se puede seguir leyendo a César Aira, claro que sí, solo he leído dos novelas, no se puede calificar una trayectoria por dos novelas, particularmente de las dos que he abordado, prefiero la ya mencionada Las conversaciones. Allí continúan esperando sus demás historias bizarras y sus personajes extravagantes. También como su prosa sugestiva y juguetona, sus radiografías sociales, así la estética de la prosa o el armazón de las novelas no me enamore en las dos novelas que he leído de él. Para resumir, en estas novelas hay belleza en el mundo de las ideas y en la construcción de un universo para sus personajes; no en la prosa como logro estético. La literatura en sus formas ha cambiado, reconozco que este cambio no me gusta tanto.


Finalmente, me queda claro que las apariencias engañan y que los artilugios de la ficción requieren del dato escondido, los giros argumentales o del efecto iceberg que tanto se habla en la cuentística de Hemingway, pero, de lo que yo realmente no necesito es el engaño como estrategia argumental.


De momento esto es la que hay sobre la alfombra, no sé debajo que más podré encontrar.


Bibliografía y complementarios


  • Ricardo Piglia en sus trabajos teóricos sobre el cuento, que diría, en este caso en particular, podría extenderse hacia la novela, esta novela, afirma que: «El cuento que viene de Chejov, Katherine Mansfield, Sherwood Anderson, el Joyce de Dublineses, abandona el final sorpresivo y la estructura cerrada; trabaja la tensión entre las dos historias sin resolverlas nunca.» Citado por Betuel Bonilla en El arte del cuento (2009) Trilce Editores. pag. 133. Mismas apreciaciones (sobre los finales y argumentos engañosos) hacen en la obra citada, las escritoras Ana María Shua y Laura Massolo.

  • Raymond Carver citando a su profesor de literatura John Gardner, en el prólogo de Para ser novelista (2001) Fuentetaja. Talleres de Escritura Creativa. Explica Carver:

En estos casos Gardner podía comenzar a interrogarse en voz alta acerca de las razones que tenía el autor para escribir, pongamos, un relato acerca de una persona inválida (sic) y dejar de lado la invalidez del personaje hasta el mismísimo final de la historia. «Así, ¿crees que es buena idea dejar que el lector se quede hasta la última frase sin saber que este hombre está inválido?» El tono de su voz traslucía su desaprobación, y la clase entera, incluido el autor, no tardaba más de un instante en ver que no era una buena estrategia. Emplear una estrategia que ocultara al lector información necesaria e importante, con la esperanza de cogerlo por sorpresa al final de la historia, era engañarlo.



(2024)



Literatura argentina contemporánea

Comments


bottom of page