La fotografía
Lo primero que debo decir es que esta fotografía es una excusa para escribir sobre dos expresiones que me emocionan y que, de alguna manera, son uno de los polo a tierra que tengo para no ser engullido por la realidad del día a día, de la rutina que puede ser la vida cuando se asume como una cuestión de trabajar, comer, dormir, pagar cuentas, trabajar, comer, dormir.
Sería prudente referirnos primero al contexto de la toma, que fue capturada en 1956 por el fotógrafo Moneta Sleet Jr. (1926-1966). El señor Sleet fue un fotoperiodista afroamericano o africano americano, como se podría nombrar hoy en día. Es importante hablar del grupo étnico en este caso en particular, por el contexto temporal que vivió el autor, quien además fue el primer afroamericano en ganar el premio Pulitzer. Fue, además, un gran documentador de artistas, políticos, activistas y en general de la comunidad negra, no solo de Estados Unidos, sino también de África.
No hay mucha información sobre el motivo por el cual se reunieron estos personajes, pero uno de los biógrafo de la interprete, Donald Milton Clarke, comentó de la prevención de Billie Holiday debido a unas desafortunadas declaraciones del escritor en una entrevista de diario, en donde se refirió en términos agresivos hacia la comunidad afroamericana (negroes, con se les llamaba despectivamente por la época) adicional a que Faulkner era un hombre blanco de origen sureño (New Albany, Mississippi). Aunque el escritor, debido al prestigio que le otorgó ganar el Premio Nobel de Literatura (1949), después del traspié mencionado, fue uno de quienes abogó en posteriores medios y escenarios por una integración racial.
Dejados atrás estos asuntos espinosos de tensiones raciales tan de discusión, incluso hoy en día en la sociedad norteamericana, quiero decir que la primera vez que hallé esta foto, mi reacción fue de sorpresa, imagínense un emoticono de asombro . Porque no sólo para mí, para otras personas interesadas este era un encuentro inimaginable.
¿Por qué inimaginable? Lo menciono desde mi perspectiva, como siempre. La una del norte de Estados Unidos; el otro como se dijo, del Sur. La una negra; el otro blanco. El uno, figura cimera, relevante e imprescindible de la literatura del siglo XX, de gran influencia para el llamado Boom Latinoamericano; la otra, una de las más grandes y destacadas cantantes del Jazz en su rica historia; autodidacta, estilista e inclasificable. La una sin aparentes intereses literarios; el otro, por lo que he leído de él, con pocas referencias musicales en su obra, caso contrario a John dos Passos en su Manhattan Transfer (1925), que se encuentra plagada de música de principio a fin, tal y como Cortázar en Rayuela (1963) o nuestro Andrés Caicedo en ¡Que viva la música! (1977).
La literatura, una amiga promiscua, pero decente
Y de esos asuntos que versan sobre la ductilidad de la literatura me referiré en este momento. Cuando adjetivo con un sustantivo(ductilidad) a la literatura, lo hago porque si hay un arte que sea noble hacia los otros artes es ella. Esa humildad para mezclarse con otros me recuerda a mucho al café (lo siento por quienes no gustan de esta bebida) pero se puede mezclar con leche, limón, especias, chocolate, arroz, entre otras. Y no se echa a perder, se enriquece.
La literatura se impregna de otras artes, que no la empequeñecen; al contrario. Y es sobre la relación entre la literatura y la música, que me inspiró la fotografía de Ms Holiday con Mr. Faulkner, en la que me detendré en estas divagaciones.
La música y la literatura tienen una relación antigua, hay que decirlo, no sé, me vienen a la cabeza, sin ánimos de erudición ni de «infinitos» ni de «juncos» (quien conozca el libro que se alude, entenderá el chiste, lo siento quien no lo entienda, no lo vuelvo a hacer), los rapsodas, esos personajes que recitaban y cantaban poemas en la antigua Grecia. Sin embargo, no voy a seguir el recorrido histórico que sería fatigoso, además de que no me interesa. Me situaré entre los siglos XX y el XXI.
La música en prosa
La poesía es musical porque su esencia es serlo, pero la prosa puede serlo también. Por eso, si de prosas musicales se trata qué tal el inicio de la novela El Señor Presidente, de Miguel Ángel Asturias:
...¡Alumbra, lumbre de alumbre, Luzbel de piedralumbre! Como zumbido de oídos persistía el rumor de las campanas a la oración, maldoblestar de la luz en la sombra, de la sombra en la luz. ¡Alumbra, lumbre de alumbre, Luzbel de piedralumbre, sobre la podredumbre! ¡Alumbra, lumbre de alumbre, sobre la podredumbre, Luzbel de piedralumbre! ¡Alumbra, alumbra, lumbre de alumbre... , alumbre... , alumbra... , alumbra, lumbre de alumbre... , alumbre... , alumbra... , alumbra, lumbre de alumbre... , alumbra, alumbre... !
O qué me dicen de la sonoridad del cubano Guillermo Cabrera Infante en su La Habana para un infante difunto (Título que es un juego de palabras y a su vez parodia el de la obra musical compuesta por Maurice Ravel, y que se denomina Pavana para una infanta difunta), donde no sólo hay musicalidad por el prodigioso manejo del idioma, sino también porque la novela en sí misma es una constante alusión musical, cinéfila, e incluso, literaria.
Era la primera vez que advertía esta transformación del día volviéndose un largo crepúsculo eléctrico. En el pueblo no había más que el día y la noche, el día cegador, la noche ciega. La Habana haciendo cierto el aserto, el viejo adagio que era más bien un alegro: “La Habana, quien me la ve no la ama”
De seguro la literatura en inglés y en otros idiomas tendrán sus propias referencias, si hablamos de prosas musicales, pero es evidente que ello suele perderse cuando se traduce al español o al castellano, para ser más preciso.
Me invito y los invito para que sigamos haciendo memoria de prosas musicales, para que aumentemos el inventario de obras escritas sonoras, esas son las que se me ocurren en este momento, pero perfectamente podría ser musical mucha de la obra de García Márquez, otro tanto en los cuentos del escritor peruano José María Arguedas.
Buscando música para una letra
Y qué tal eso de musicalizar poemas, ya no por los rapsodas que mencionaba antes. Crear un espacio en el que la música busca a la literatura para abrazarla con sus notas. En este terreno es harto fértil el trabajo, por ejemplo, del catalán (español pues para evitar problemas independentistas) Joan Manuel Serrat, quien hizo lo suyo con los poemas de Miguel Hernández y los de Antonio Machado, ambos españoles. Así mismo hizo el cantautor Pedro Guerra con la obra del poeta ibérico Ángel González Muñiz. Por estos lados, recuerdo a Tania Libertad, la interprete peruano-mexicana que se encargó de poemas de Mario Benedetti. Y más cerca, en Colombia, tuve la oportunidad de asistir a la presentación y también tengo el CD (Sí, todavía existen y lo tengo autografiado) llamado Magos & Poetas, en donde se reunieron, con el auspicio de la Maestra en Canto Popular, Luz Marina Posada, a Oscar Hernández Monsalve, escritor, periodista, actor, poeta, libretista y al Maestro de música andina colombiana, León Cardona. No sobra decir que, Oscar Hernández, se encargó de la poesía, León Cardona de la música y Luz Marina Posada; la voz.
Cuando el músico escribe, cuando la escritora canta. De las relaciones entre música y literatura
De estas estrechas relaciones entre la música y la literatura también hacen parte las y los cantautores que, además de hacer música, escriben mayormente poesía, aunque también los hay que se atreven con la prosa. ¿Les va o fue bien en ambos frentes? No sé, no tengo elementos de juicio en la mayoría de los casos, y a quienes voy a mencionar, lo hago porque algo he conocido, pero no en profundidad y, quizá, falten más, corresponde a quien me apoye en estas lecturas, completar la lista, y lo agradecería, por cierto. Este mundo es ancho y ajeno, como diría Ciro Alegría, ergo, es inabarcable.
Así que, dentro de quienes han pisado ambos frentes, están Albalucía Ángel; colombiana que, si bien sobrevivió con la música parte de su vida en los años del Boom Latinoamericano en Europa, también fraguó una obra literaria sólida a lo largo de estos mismos años y posteriormente, justo es decirlo, la música en ese momento fue salvavidas, pero luego se dedicó al periodismo y la crítica de arte y cine. Siempre que se hacen estas listas de músicos que también escriben, llega a mi memoria como no, Chico Buarque, el gran músico brasileño también poeta y dramaturgo. Aparece Leo Masliah, cantautor uruguayo y también escritor. Carlos Palacio, Pala, colombiano, cantautor y poeta en ambos frentes reconocido. Debo decir de estos personajes, que algunos los conozco por su música; a otros por su obra literaria, pero no sus dos facetas al mismo tiempo, me falta voluntad, lo sé. Pero seguro hay muchas más, explorando palabras y notas musicales. Como lo hago saber de nuevo, mi intención no es la exhaustividad, porque tanto a quien escribe como a quien lee, podría dejarnos exhaustos.
Pero debo agregar a alguien más a esta lista de escritura y música, porque de seguro mis amigos boyacenses no me lo perdonarían. Jorge Veloza, maestro le diremos aquí en el altiplano, cantor de música popular y campesina, pero que también ha tenido incursiones en la escritura literaria, explorando las raíces rurales de la tierra andina boyacense.
Me quedan por mencionar otra transversalidad literario musical que, pueden ser dos, pero tiene su mismo origen :
La música (h)echa un cuento
Por la esquina del viejo barrio lo vi pasar, con el tumbao que tienen los guapos al caminar… muchos ya sabemos estas primeras líneas a cuál canción corresponden. Sí, «Pedro Navaja», de Rubén Blades, compuesta e interpretada a finales de los 70´s, cuando se pensaba que el pastiche de ritmos caribeños que se llama salsa era solo para bailar. Llegó el panameño a traernos canciones que eran para escuchar, no para mover el esqueleto y, además, duraba la friolera de casi ocho minutos y que, por si fuera poco, como si de una serie se tratara, tiene secuela, que lleva por título «Sorpresas», continuando desde donde llega la historia de Pedro Navaja. Esta canción comienza con narrador testigo, que luego pasa a convertirse en un narrador en tercera persona omnisciente. Y tiene toda la estructura clásica de un cuento: inicio, nudo, desenlace. Y así como esta, existen en el cancionero latinoamericano bastantes ejemplos de este tipo de temas musicales que se salen de lo ordinario para hacer crónica o contar historias con sus argumentos claramente identificables.
Otro ejemplo es «María Teresa y Danilo», de Hansel y Raúl, cubanos ellos, que además hacen un giro de tuerca argumental al final de la canción, con tintes de humor incluido. Bajo esa misma línea tenemos a «El marido de la peluquera», de Pedro Guerra o «Lucas y Lucía», del cubano Carlos Varela. Pero alguien me podría decir, es que todas las canciones cuentan una historia, hasta las de reggaetón, pues yo respondería, tiene razón amiga, tiene razón, pero yo estoy hablando de aquellas canciones que definen con claridad un hilo argumental en el que aparece uno o más personajes principales o secundarios y seguimos el trasegar de su historia para culminar en un desenlace abierto o cerrado tal y como lo conocemos en la literatura, como por ejemplo, otra que se me ocurre ahora y que había olvidado, «El gran varón», lanzado en 1988 con letra del panameño Omar Alfanno y que musicalizó muy bien Willie Colón, nuestro neoyorican del Bronx.
Letras que cuentan distinto
Ahora llegamos a aquellas letristas y letras que llevadas a la música ofrecen unas composiciones que tratan de manera original los mismo temas de siempre y con una calidad que trasciende la regla para la música popular. Aquí tenemos a varios de los que se mencionaron en el aparte de músicos y escritores. Pero también a un Silvio Rodríguez o Jorge Drexler. A la colombiana Martha Gómez o a la argentina Ana Prada. Y cómo no recordar a Catalino Tite Curet Alonso, uno de los grandes compositores del Caribe, en el género que llamamos salsa, recuerdo con aprecio, «Periódico de ayer», «Las caras lindas» o «Sobre una tumba humilde». El mismo Rubén Blades, por supuesto. Natalia Lafourcade o Joan Manuel Serrat con su inolvidable «Mediterráneo». O a Fito & Los Fitipaldis, de España. También la bella canción homenaje a la poeta Alfonsina Storni, «Alfonsina y el mar», del músico argentino Ariel Ramírez. Solo por mencionar algunos, porque lo cierto es que en este apartado la música, popular y no, de Hispanoamérica tiene una cosecha desmesurada en cantidad y calidad y en muchos de sus géneros puede existir en sus letras esa poética de lo inmediato que tiene la música, desde el tango, pasando por la balada, siguiendo con las rancheras y el rock con llegada en el bolero y las músicas étnicas y folclóricas.
La banda sonora de la ficción
La literatura homenajea a la música cuando la referencia también en sus creaciones, ya habíamos hablado de Andrés Caicedo o a John dos Passos, podríamos armar bandas sonoras con las novelas de estos autores. Así mismo, mencionar a Cortázar con su famoso cuento «El perseguidor», donde retrata la trágica existencia de la leyenda del saxofón alto Charlie Parker o a la argentina Camila Sosa Villada cuando deja aparecer en uno sus relatos a la mismísima Billie Holiday. Kazuo Ishiguro en su libro Nocturnos hace protagonista a la música, lo mismo que los cuentistas colombianos Jaime Espinel y Octavio Escobar Giraldo en varios de sus cuentos.
Aunque mis exploraciones se han centrado básicamente en la música popular hispanoamericana, vale recordar que las óperas, las cantatas, los oratorios y la música vocal que llamamos clásica o académica también ha juntado los vértices con las letras de la literatura, en encuentros que aún continúan y en los soy un absoluto ignorante.
Coda ma non troppo
Debo reconocer que cuando imaginé este escrito de las relaciones entre la música y la literatura, lo visualicé más melódico, más poético, pero resulto algo como un inventario, espero que no haya sido abrumador; como lo dije, son dos de mis pasiones y por ello a veces cuando escribo, se me va la mano. De todas maneras, Billie Holiday y William Faulkner me invitaron a pensar en esas hermandades artísticas que enriquecen a unas y a otras artes, que nos dicen de la creación artística, sea cual sea su campo, tiene un horizonte abierto e ilimitado. Nos cuenta esta fotografía que, si creemos en la vitalidad del arte, nunca deberemos cerrarle las puerta a otras expresiones artísticas; si lo mío son las letras, no debo circunscribirme solamente a lo que me ofrece la literatura, también beber de esas otras expresiones que nos dicen que los seres humanos siendo capaces de lo peor, también podemos ser creadores de los más excelso, hasta el punto de creer, así sea ingenuamente, que no todo está perdido.
A continuación, no podríamos hablar de música sin la respectiva banda sonora, aquí una pequeña muestra de la música y autores mencionados.
Bibliografía:
Modernism/modernity, Volume 29, Number 1, January 2022, pp.203-205 (Article). Published by Johns Hopkins University Press.
Faulkner and the Racial Crisis, 1956. Louis Daniel Brodsky. First appeared in The Southern Review, 24, Autumn 1988.
(2023)
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