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Writer's pictureAlex Mauricio C. L.

El dios de la guerra. De cómo vive un dios pensionado.

Updated: Dec 19, 2023


El dios de la guerra

Una escritora no debería desechar una idea que se pueda usar con fines literarios. A veces se te ocurren algunas y piensas, soy un genio, pero la verdad con el correr de las horas te das cuenta de que era solo una idea y nada más. Para que la idea se convierta en literatura, debe pasar un trecho largo y tortuoso, debe ser como una bacteria que crece hasta que se convierta en un relato, un cuento o una novela y ello a veces no es tan fácil ni rápido como se quisiera. O puede que, cuando uno termine el texto siga siendo una bacteria, no se transformó en lo que uno hubiera querido que se convirtiera.


Esta semana que transcurre, no sé en qué contexto, se me ocurrió una idea y pensé «esto da para un cuento», pero al final he decidido gastármela aquí. ¿Quién sabe? Tal vez, más adelante, la pueda reciclar y convertir en un relato.


Nosotros, la humanidad, somos seres de paz y de luz, o por lo menos creemos serlo. Sin embargo, desde el lenguaje que se usa en el deporte, ese que dice «Morir con las botas puestas», «no está muerto quien pelea». En la final del campeonato, «debemos estar listos para la guerra», «el equipo tiene a todos sus soldados disponibles» y así podría seguir. Los gobiernos están en la «guerra contra las drogas» (que de momento está perdida) y qué tal esta de «combatir la inflación». Recuerdo que, en Colombia, sobre todo en los años ochenta y noventa, se hablaba mucho de «la guerra del centavo», para denominar esa manera en cómo los conductores(choferes) de bus abusaban de la velocidad con tal de ganarle pasajeros al compañero de ruta, poniendo en riesgo a los usuarios del transporte público y cualquiera que en su camino se atravesase. Y, para terminar, la espantosa comparación que dice: «en el amor y en la guerra todo se vale», creo que es terrible cuando para la guerra y el amor todo vale. Hasta aquí solo estamos en el terreno de lo semántico. De todas maneras, somos «seres de luz», no está por demás aclarar que eso de «seres de luz», es una ironía, porque en nosotros también habita una espesa oscuridad.


En su lúcida obra titulada Las lecciones de la historia. Editorial Sudamericana, 1969. Pág. 90. La pareja de historiadores(cónyuges), Will y Ariel Durant decían:


La guerra es una de las constantes de la historia y no se ha disminuido con la civilización o la democracia. En los últimos 3421 años de historia escrita, solo 268 transcurrieron sin guerra.

La verdad, es poco alentador, las decisiones que se toman en los escritorios, las guaridas y las selvas, terminan afectando a personas que lo único que quieren es vivir tranquilas y, que lo que menos necesitan, es que les estén inventando enemigos, en muchos casos, gratuitos. No estoy diciendo nada nuevo cuando afirmo que la guerra es un negocio, para pocos, evidentemente. Los europeos saben de guerras a gran escala, su historia está plagada de ellas, no sé si por problemas de comunicación debido a que cada vez que se cruzaba una frontera había que saber el idioma del nuevo territorio, porque el lenguaje de gestos no sirve para resolver líos de tierras por la vía del diálogo. Ojalá hubiese sido por eso, pero realmente el origen de los conflictos obedece a otros factores. A otras naciones les encantan las guerras, eso sí, fuera de su territorio y, de ser posible, que se puedan resolver con drones, o mandando armas de contrabando.


Recurro de nuevo a la ayuda de mis amigos los Durant que, con la misma lucidez, lo dicen mejor que yo.


Las causas de la guerra son las mismas que las causas de la competición entre individuos: afán adquisitivo, pugnacidad y orgullo; el deseo de alimentos, tierras, materias primas, combustibles, dominio. El Estado posee nuestros instintos sin nuestros frenos(esto es genial y pavoroso al mismo tiempo, el subrayado es mío). El individuo se somete a las limitaciones que le imponen la moral y las leyes y accede a reemplazar el combate con la conferencia porque el Estado le garantiza la protección básica para su vida, sus bienes y sus derechos legales.

¿Qué puedo decir ante este párrafo? Que probablemente estemos ante una espiral sin fin, porque ¿cuándo se van a acabar el afán de lucro o el deseo de dominio o la pugnacidad?


Somos tan belicosos que se nos aparecieron en el pasado los dioses de la guerra. El griego Ares, por ejemplo, hijo de Zeus con su hermana Hera (sí, los dioses griegos no le temían a eso de las malformaciones o predisposiciones genéticas por aparearse entre hermanos, o, quizás por eso, el niño Ares agarró su temperamento violento y su fuerza bruta). Atenea, la hermana de Ares, también tenía el gusto por los pleitos.


el dios de la guerra
Atenea


Por los lados de Latinoamérica existe Huitzilopochtli, el dios del sol y de la guerra de los aztecas. Que relatan algunos, requería de corazones humanos para garantizar la salida del sol cada día. Su nacimiento fue conflictivo, porque tras de este hubo traiciones, celos e intentos de homicidio. ¿Qué se le podía pedir a este muchacho, el dios mayor de los aztecas? ¿Que tuviera una vida tranquila?


El dios de la guerra
Huitzilopochtli, el dios azteca de la guerra


Hay más de 50 deidades a lo largo de las diversas culturas politeístas antiguas que, de tiempo completo o parcial, eran diosas de la guerra, tanto masculinas como femeninas.


Incluso tenemos a Kratos, un antiguo guerrero espartano que desata la mayor violencia posible en contra del mismísimo Ares que, fiel a su carácter traicionero, engañó a Kratos, haciendo que este último asesinara a su mujer y a su hija. Con esta historia de venganza se inicia la saga de videojuegos de PlayStation, God of war, para quienes no saben de videojuegos, como es mi caso, el argumento no deja de ser esotérico y a la vez divertido.



El dios de la guerra
Kratos, de PlayStation


A propósito, mi paso por los juegos de video fue meteórico y se remonta a mi lejana infancia, cuando en pantallas primitivas jugaba, Donkey Kong o Pac-Man y finalmente llegué hasta Mario Bros. No seguí después, perdí mi gusto por este tipo de diversión. Parafraseando a Arturo Cova en el inicio de La Vorágine: Antes que me hubiera apasionado por juego de video alguno, jugué mi corazón al azar, y me lo ganaron la lectura y la música. No tuve espacio para más.


¿Será que necesitamos de la guerra?


¿Hay alguna duda en ello? Con los años, lo reconozco, me he transformado, en algunos temas, en una persona pesimista. La vida vivida no me ha quitado muchos sueños y deseos, pero en este asunto de la guerra soy pragmático. No justifico ninguna guerra, y siempre estaré del lado de las víctimas sin importar a cuál bando pertenezcan, porque al final quienes sufren son los más vulnerables, pues no solo ponen muertos, sino que padecen también el crimen del desarraigo.


Aquí vuelvo a mis queridos Ariel y Will Durant que, lapidarios, escriben:


Hemos reconocido en la guerra la forma última de la competencia y la selección natural en la especie humana.

Ya en esta afirmación nos adentramos a la biología, me perdonan las biólogas, si no es por esta área del conocimiento. Aquí actuamos con nuestras capacidades más primitivas, con eso que llaman el Sistema Límbico. ¿Qué se puede hacer cuando es el instinto el que gobierna nuestras decisiones?


Prender la llama es muy fácil, ¿apagarla?... Cómo ser un dios de la guerra pensionado


Iniciar una pelea o una guerra pareciera sencillo, en sentido práctico puede que no lo sea. Pero seguro que dialogar es más difícil y por eso así vamos.


Sé que ya lo han olvidado, sin embargo, les recuerdo que comencé esta conversación con el asunto de la «idea con fines literarios», si no lo recuerdan, por favor leer el primer párrafo.


el dios de la guerra
Morty pregunta ¿y la idea?

Y aquí viene mi («genial») idea:


El dios de la guerra tuvo trabajo hasta que notó que los hombres no lo necesitaban; ellos (la humanidad) eran la guerra misma, así que optó por no seguir promoviendo pendencias, y, en sus tiempos de ocio trató de que los contendientes firmaran treguas o acuerdos de paz. Pudo darse cuenta de que, primero, firmar acuerdos era harto más difícil que iniciar la primera agresión y que, además, llamarse el dios de la tregua o de la paz, no era nada comercial (incluso atentaba contra su virilidad, así son estos dioses, sobre todo los masculinos). Su historia con los armisticios, como dios de la guerra retirado, ni siquiera daba para crear videojuegos. (A mí por lo menos me dio para escribir estas divagaciones).


Así que, finalmente, todas las deidades de la guerra se retiraron hace siglos y desde lo alto observan con languidez cómo todos los seres humanos se autodestruyen.


Como ven, tampoco era la gran idea ¿o sí?



el dios de la guerra

(2023)


Algunas fuentes para este escrito:






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